
Estefanía Mónaco Gerónimo
PSICOLOGÍA

¿Por qué no gritar a tus hijos? Parte 2: técnicas prácticas
Estefanía Mónaco Gerónimo
Si ya has leído el artículo “Por qué no gritar a tus hijos. Parte 1”, seguramente hayas llegado a comprender la importancia de deshacernos de este hábito tan negativo para la educación de nuestros hijos, que es gritarles ante cualquier situación irritante para nosotros. Ahora quieres saber ¿cómo puedo cambiar? Para ello, lee atentamente y pon en marcha estos consejos para evitar gritar a los peques de la casa.
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Concreta tu objetivo. Puedes empezar proponiéndote, por ejemplo, una semana sin gritos. Si gritas, la cuenta comienza otra vez desde cero. Avanza progresivamente. Implícate y comprométete, es necesario dedicarle esfuerzo.
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Mira desde sus ojos. Cuando trates con tu hijo, no tiene sentido que juzgues su asunto —de niño— desde tu perspectiva —de adulto—. Su mundo y el tuyo son completamente diferentes, mas eres tú quien debe acercarse a comprender la realidad desde su punto de vista. Supone mucho esfuerzo porque requiere “desaprender” por un instante muchas de tus experiencias, para poder sentir como lo siente un niño por primera vez, y percibir la magnitud que tiene para él. Os ahorraréis muchos gritos y discusiones si asumes esta diferencia tan natural y trabajas por reducirla.
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Deja a un lado otros asuntos. Intenta limpiarte del resto de preocupaciones y emociones negativas cuando interactúes con tus hijos. Procura partir desde cero con ellos. Si no, el cúmulo de cosas que cargas en tu espalda no te deja responder proporcionalmente a lo que necesita tu hijo. Si ya empiezas nervioso, tienes muchas más probabilidades de acabar gritando que si te liberas de la negatividad antes de dirigirte a tu pequeño.
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Cultiva tu paciencia. Hazlo en todas las ocasiones que puedas, por ejemplo: en los atascos, en las colas, en el trabajo… Si aprendes a controlar tus nervios en diversas situaciones, luego te será más fácil ante tu hijo. Con serenidad, los asuntos se resuelven mucho más fácilmente.
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Practica el “tiempo fuera”. Cuando notes que vas a salirte de tus casillas, retírate. Vete a un sitio apartado, tú solo. Reflexiona, respira y relájate. Deja pasar el tiempo que haga falta, piensa en otra cosa o haz alguna actividad que ocupe tu atención, hasta que estés tranquilo. Ésta es una de las mejores estrategias para evitar una explosión de agresividad. Enséñale a tu hijo a hacer lo mismo cuando lo necesite.
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Previene en lugar de curar. Detecta los momentos en los que más nervioso te pones, para poder evitarlos. Por ejemplo, si sabes que por la mañana antes de llevarle al colegio te pone de mal humor ir con prisas, procura levantarle más temprano. Así, habrá menos “tentaciones” de gritar.
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Haz público tu reto. Comenta tu intención de cambio a amigos, familiares, e incluso a tus propios hijos. ¿Por qué no decirlo también a tus conocidos publicándolo en las redes sociales? El hecho de que lo sepan otras personas aumenta el nivel de compromiso. Además, los más allegados pueden ayudarte, por ejemplo señalándote cuándo te estás desviando de tu objetivo, para poder reincorporarte. Una idea, ¿por qué no proponeros la misma meta tu pareja y tú conjuntamente?
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Haz aquello que te haga sentir de buen humor. El estado de alegría y bienestar es incompatible con los gritos. Comparte momentos agradables y divertidos con tus hijos, por ejemplo, realizando algún deporte al aire libre. Os beneficiará a todos.
Transmite a tus hijos congruencia entre tus palabras y tus actos. Si quieres pedirle calma, no puedes hacerlo alzando tu voz. Recuerda que los hijos, en gran parte, son un reflejo de lo que ven en su familia. Aprenden lo que tú les quieras enseñar, pero no sólo con las palabras, sino más bien con los hechos. La mejor educación es la del ejemplo.
Autora: Estefanía Mónaco Gerónimo